domingo, 5 de abril de 2009

Psicología y Discapacidad

Lic. Noemí vazquez
Psicologa egresada de UBA, perito de oficio de la Justicia de la Provincia de Buenos Aires,cuenta con mas de 20 años de esperiencia en el área clínica y educacional, y en discapacidad. Forma parte de los Equipos de Orientación Escolar de la Provincia de Buenos Aires, Argentina

El hombre nace en estado de prematuración biológica, necesita de un adulto que pueda responder a sus demandas y necesidades. El bebe no solamente toma el alimento para su crecimiento sino también mama las palabras, las caricias, se aferra al psiquismo materno para construir su propio psiquismo

Si la madre tiene la capacidad de ser continente y de recibir cualquier emoción del bebe y transformarla en comprensión esa función será luego incorporada en el niño, como una función básica para su capacidad de conocer y de conocerse a si mismo.
Piera Aulagnier dice “el nacimiento de un niño implica un riesgo relacional”. Nunca se sabe a ciencia cierta cómo será ese encuentro con ese niño que va a nacer. El nacimiento de un hijo esta signado por una inmensa expectativa por parte de los padres.
El niño antes de tener un cuerpo biológico, tiene un cuerpo mental desde la madre, un “cuerpo imaginado” que no se correlaciona con el desarrollo embrionario, la madre lo imagina, lo piensa, le habla.
Podemos imaginar entonces, la terrible conmoción que representa la aparición en la familia de un niño con un daño importante y claramente visible. Los padres atraviesan en general por una profunda depresión vinculada a la herida narcisista, a la tremenda desilusión y decepción por los deseos frustrados. Deben realizar el duelo por el hijo soñado, por el hijo perfecto deseado.
La discapacidad no afecta al sujeto en su totalidad, lo que “marca” es en verdad la mirada de los otros, que lo encuadran en la categoría de lo diferente. La discapacidad marca no solamente al niño sino a toda la familia.
Winnicott plantea que no es el niño el que se percibe como defectuoso sino que es su madre la que lo mira como defectuoso o no.
La discapacidad moviliza sentimientos ambivalentes en la familia, en las escuelas y en otras instituciones.
La estrecha dependencia y devoción en la relación amorosa madre-hijo presenta un trasfondo de muerte, remordimiento, y culpa negada o disfrazada. La indiferencia y la falta de apoyo de la sociedad hacia las familias acentúa estos sentimientos, por lo tanto el niño discapacitado comienza a funcionar como el eterno bebe o el “pobrecito” a quien los padres y los hermanos están obligados a atender por el resto de sus vidas.
Uno de los mayores riesgos para la constitución psíquica de un niño que padece alguna discapacidad es que su cuerpo sea tomado como un objeto. Muchas veces los padres deben ir de medico en medico en busca de orientación, prevención y tratamiento. Alguno de ellos lo encuentran rápidamente en cambio otros por cuestiones culturales, sociales o económicas quedan desprotegidos.
Si solamente se prioriza la rehabilitación, lo psicológico o lo medico y no se piensa a ese sujeto como persona se contribuye nuevamente a discapacitar tanto al niño como a su familia.
Se debe pensar al niño y al adulto discapacitado simplemente como una persona con mas o menos limitaciones.